Fue en la localidad de Añelo; un vecino lo encontró, lo filmó y subió las particulares imágenes en las redes sociales.
Un vecino de la localidad neuquina de Añelo encontró este jueves a un animal que suele mantenerse debajo de la tierra y alejado de los humanos, por lo fue una sorpresa hallarlo cerca del poblado. “Soy una persona afortunada, hoy a la mañana lo vi por primera vez y lo pude filmar”, contó el hombre, quien entusiasmado subió el video a las redes sociales.
En las imágenes se ve al animal de color rosado, pequeño, un tanto desorientado. “Compartan así pueden conocer a este animalito que es muy difícil de ver y está en peligro de extinción”, escribió en su posteo el vecino, Hugo Reguero. El ejemplar en cuestión es un pichiciego o armadillo hada rosa que, en muy contadas ocasiones, se muestra frente a los humanos.
El pichiciego menor, chico o pampeano, es el armadillo de menor tamaño del mundo, con un peso de entre 85 y 120 gramos y una longitud del cuerpo entre 12,5 a 15 centímetros de largo, a los que debe adicionarse 2 o 3 de cola, detalla el conservacionista Juan Carlos Chebez, en su libro “Los que se van. Fauna argentina amenazada”.
Presenta un caparazón rosado único formado por placas cuadrangulares que se extienden desde el hocico hasta su parte trasera, la cual termina en un escudete circular y en una cola pequeña, delgada y achatada cubierta también con placas. Posee ojos diminutos y su visión es escasa. Tiene un pelaje blanquecino y patas con fuertes uñas, con mayor desarrollo en las anteriores, debido a sus hábitos de hacer cuevas en la tierra.
La dieta del pichiciego es omnívora, con preferencia de hormigas, escarabajos, caracoles, lombrices y babosas, a los cuales detecta con su olfato. Complementa su alimento con raíces, semillas y partes de otras plantas
Endémico del centro de la Argentina, este armadillo rosado se distribuye en las provincias de Catamarca, Santiago del Estero, La Rioja, San Juan, oeste de Córdoba, San Luis, La Pampa, sur de Buenos Aires, Neuquén y norte de Río Negro.
El paso de máquinas excavadoras y palas mecánicas destruyen sus cuevas y dejan al animal descubierto y vulnerable al animal, lo que representaría un serio problema para su conservación, explicaba Chébez en su investigación.