


Cada pueblo tiene sus personajes entrañables, esas figuras que parecen hechas del mismo tejido que la historia cotidiana, en el día a día. Juan Esteban Rocco es uno de ellos. Con 80 años a cuestas y una bicicleta adaptada como testigo de una vida de trabajo, representa la constancia, el compromiso silencioso y el servicio comunitario que se ganan, sin buscarlo, un lugar en la memoria colectiva.
En 2022, su incansable labor como canillita le valió el reconocimiento del premio Padentrano día a día, un galardón que celebra a quienes, con gestos sencillos pero fundamentales, sostienen el pulso de sus comunidades.
Nacido en Valparaíso, Chile, en abril de 1944, Rocco, o "don Rocco", como lo conocen en el pueblo, cruzó la cordillera con su madre María Ester cuando era apenas un niño. Ingresaron al país por el norte y se establecieron primero en Mendoza, para luego, en un giro inesperado del destino, llegar a Chos Malal.
“Vine como castigo”, recuerda con una sonrisa socarrona, aludiendo a una sanción laboral por haber apoyado un paro de compañeros en su anterior trabajo. Lo que parecía un revés, se transformó en una nueva oportunidad: fue en este rincón del norte neuquino donde encontró su lugar en el mundo.
Antes de convertirse en el canillita más querido de Chos Malal, Rocco tuvo una vida intensa y diversa. Dibujante técnico de formación, también se destacó en el ámbito deportivo, al punto de ser convocado por distintos equipos de fútbol. Su compromiso lo llevó a ocupar el rol de secretario de deportes en la ciudad, promoviendo actividades sociales y deportivas, especialmente para jóvenes. Esa vocación de servicio sería una constante a lo largo de su vida.
El 16 de agosto de 1986 marcó un nuevo comienzo. Ese día, Rocco comenzó a trabajar como repartidor de diarios. Primero con La Mañana, luego con el Río Negro, los diarios más populares por aquella época. El kiosco en la esquina de Sarmiento y Lamadrid, frente al antiguo hospital, se convirtió en su trinchera diaria. Desde allí, con la calma de quien conoce a su clientela como a una familia, sigue recibiendo a los vecinos, comentando titulares y compartiendo el pulso de la actualidad.
Hubo tiempos dorados, como cuando la distribución de diarios en el Norte Neuquino contaba con 32 canillitas y se vendían hasta 740 ejemplares por día. Hoy, el oficio resiste con una dupla entrañable: Rocco y Armando Britos, su compañero de 64 años, que lleva más de dos décadas pedaleando por las calles con los diarios bajo el brazo. “No falta nunca”, dice Rocco con admiración. Armando es acompañado por una perra que adoptó, y que se convirtió en fiel compañera de jornadas frías y madrugadas silenciosas.
La bicicleta con carrito, ese emblema del oficio que Rocco usó durante 20 años, también tiene su historia. “La tengo desde el centenario de Chos Malal, en 1987, y la usé hasta el 2010”, contó. Hace poco decidió restaurarla con la ayuda de un amigo y donarla al Municipio para que forme parte del patrimonio local. Un gesto simbólico que resume su visión: el canillita no sólo reparte noticias, reparte historia.
A pesar del avance de lo digital, sigue vendiendo decenas de ejemplares cada día. Para él, el contacto cara a cara, el saludo en la esquina, el comentario sobre los temas de actualidad son parte de un tejido social que no puede reemplazarse por una pantalla.
Su trabajo, además, tuvo una dimensión profundamente humana. A lo largo de los años, ayudó a jóvenes en situación de vulnerabilidad, ofreciéndoles oportunidades, escuchándolos, dándoles un lugar desde el kiosco o desde su propia experiencia. Crió a cinco hijos con ese esfuerzo diario, con el sudor de un trabajo que no conoce feriados ni lluvias y a la par le dio cobijo a muchos chicos desamparados que encontraron en el oficio de canillita que les ofrecía Rocco, una herramienta para salir adelante. Es un servidor público, un símbolo de la perseverancia, de la dignidad del trabajo y del valor de la cercanía en tiempos de inmediatez virtual.
Hoy, cuando los diarios impresos parecen batallar contra la extinción, Rocco y su kiosco siguen siendo refugio de otro tiempo. Un tiempo donde las noticias venían con olor a tinta y se comentaban en la vereda. Un tiempo que él se niega a dejar morir, no por nostalgia, sino por amor a su gente.
Rocco es el retrato de una vida dedicada a los demás, una biografía de servicio, y una muestra de que, en cada pueblo, hay héroes anónimos que con su trabajo diario sostienen el alma de la comunidad.